Váyase al infierno la fidelidad, lléve se el más atezado demonio los juramentos de vasallaje, sepúlten se la conciencia, la esperanza de salvación, en el abismo más profundo...
Sin embargo, no pudieron tomar ninguna medida para prevenir el inminente cataclismo, ya que los hombres atezados y siniestros poseían una astucia experimentada.