A mí que vengo auscultando mi corazón, esperando su vagido de terror, su emergencia repentina en un suicidio a lo alto, en un atrevido vuelo de despedida convulsa.
Cuando otras gentes llegaron al pozo a hacer su provisión de líquido, vieron al muchacho, que se recreaba, daba vagidos, y se reía, sentado sobre el agua.